En el año 1985 Michael Jordan no era todavía el mejor jugador de la historia de la NBA. De hecho, era un joven de 22 años que había llamado la atención de la liga como rookie del año. Pero su promedio de 28 puntos por partido ya lo posicionaba como una enorme promesa, y Nike lo sabía. Por eso, Jordan fue la cara de la marca en una gira durante Italia aquel año, que tuvo un partido que quedó en la historia; y no por su resultado.

MJ visitó las ciudades de Valtelina, Caspoggio y Bormio. En la última de ellas jugó un partido de exhibición como parte de su acuerdo con Nike. Por supuesto que se estimaba que sería un partido relajado, pero Jordan tenía otros planes. La idea era que el antiguo 23 de los Bulls jugara un tiempo con cada equipo, pero él quiso representar a los locales, que eran los más débiles, y no salir en todo el partido. Y así fue, con un desenlace imprevisto.

Una vez que Jordan se puso la camiseta naranja, comenzó a desplegar todo su repertorio, lejos de estar desinteresado por el resultado. Anotó 41 puntos y fue la figura más descollante de la noche. Algunos creen incluso que tenía una motivación particular, que era enfrentar a Drazen Dalipagic, la estrella de la selección de Yugoslavia U22 a la que Jordan había enfrentado en 1981.

Pero no fueron su nivel ni su hambre de ganar lo que convirtieron aquel partido en un hito. Sino lo siguiente: En el primer tiempo, luego de un contraataque, Jordan corrió al aro rival e hizo una magnífica volcada, conocida como “tomahawk”. Pero el tablero no resistió y se hizo pedazos. Los vidrios volaron por los aires y resultaron heridos jugadores como Pietro Generalli y y “Tato López”. Jordan resultó ileso, para tranquilidad de Nike; pero su competitividad dejó consecuencias.